Sholem, hijo del rabino de Sunny Isles, tenía sólo 17 años en el momento de su fallecimiento. Soñaba con jugar fútbol profesionalmente usando su kipá, orgulloso de su judaísmo. Tras el accidente, pasó tres días en el hospital, mientras miles de personas en los seis continentes rezaban por su vida. Ni la pandemia pudo evitar que, el día de su entierro, el mundo entero se despidiera de él como un rey: 600 personas llenaron el cementerio y más de 5.000 se hicieron presentes en su despedida vía Zoom. A la familia Benchimol no la detuvo el dolor: construyeron una actitud de resiliencia, transformando este trágico acontecimiento en motivación e impulso para difundir los valores de Sholem a las futuras generaciones.